Hace algunos días sentía tristeza muy dentro mi, eran muchas cosas al tiempo, la universidad, el trabajo, el amor, la sociedad, la familia, deseaba renunciar a todo, porque sentía estrés, afanes, presiones, limitaciones, deseaba realmente hablar con alguien o ¿estar sola?, ¿completamente sola? no lo sé. Muchas veces en este estado suelo herir verbalmente a las personas que amo, pero pasa y a veces es tan difícil descifrar qué es lo que verdaderamente quiero. En mi vida mi pareja, mi familia mis amigos son una verdadera fuente de cariño y de apoyo, pero también de dificultades. Aunque puedo estar sola y sentirme bien, en la mayoría de ocasiones la presencia de otros es lo que me hace feliz, lo que contribuye significativamente a mi crecimiento personal. No existe mayor sufrimiento que carecer de la compañía y del contacto con los demás, el aislamiento y el vacío que produce la ausencia de pareja, familia y amigos es doloroso, pues necesito de los demás, y es por eso que trato de cuidar la relación conmigo misma, quererme a mi misma, para así mejorar los vínculos afectivos de los que a diario me alimento.

He escuchado un dicho que dice: “El que nace solo, muere solo”, pero y ¿qué sucede con las personas que nos rodean? Entre el nacimiento y la muerte, hay mucho trecho y para recorrerlo es siempre bueno tener alguien a nuestro lado, la soledad es triste, necesito de los demás para hacer una vida más llevadera y menos triste, para sentirme satisfecha de la carencia de afecto, la necesidad de amar, de compartir mis alegrías y tristezas me hace buscar personas con quien compartirlas. Realmente necesito a los demás para satisfacer carencias, necesidades, que se presentan a diario en mi vida, y me complace hacer parte de la sociedad humana, con múltiples capacidades.
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